Turismo y personalización

El otro día por temas de trabajo me tocó ir a visitar unos hoteles de la competencia. Intentar pasar inádvertido en Madrid en un hotel yendo de traje y corbata es sencillo, habida cuenta de que el principal negocio turístico de la capital es el de negocio, pero sin duda hacerlo en el mes de agosto no es la mejor opción, sobretodo porque los hoteles carecen en muchos casos de reuniones y eventos y la vestimenta para lo poco que hay no suele exigir la corbata.

A la vuelta hacia la oficina me surgió una cuestión en la cabeza, ¿habrá alguién especializado concretamente en el mercado turístico de Madrid? Yendo un paso más allá, ¿habrá alguien que se disputen los hoteles de la capital de cara a poder darle por sí mismo una ventaja competitiva sobre el análisis de mercado de los hoteles que existen en Madrid?  Evidentemente la primera respuesta que me vino a la cabeza fue afirmativa, pero en seguida me surgió la siguiente . Si esto es así, ¿por qué se pueden apreciar los mismos errores y aciertos en todos los hoteles que he tenido la suerte de visitar en Madrid?

Desde que me adentré en el mundo del turismo he venido escuchando una idea casi todos los días igual de recurrente, igual de deseable e igual de difícil: » El turista lo que desea es un producto personalizado». Para ofrecer este producto personalizado las grandes cadenas nacionales e internacionales parten del punto de vista contrapuesto: La estandarización.

La estandarización de servicios en los negocios de hotelería y hostelería busca acortar las posibles desviaciones que pueden darse en los momentos críticos de la prestación de los mismos, esto es, cuando un camarero, un recepcionista, un conserje o un telefonista interactúa con un cliente.  Tales son los níveles de estandarización que me he llegado a encontrar hasta las respuestas dadas en Tryp Advisor o en la propia encuesta de satisfacción de un hotel a los clientes cuando dejan sus comentarios, sujetas a las pautas marcadas por la dirección de la compañía desde su central, encuentre donde se encuentre la misma.

 Por lo tanto la siguiente pregunta en mi cabeza fue: ¿Si todos los productos que se ofrecen tienen errores y virtudes similares, y si la práctica totalidad de las cadenas parten de la estandarización de los servicios en la atención al cliente, ¿dónde está la personalización? Yendo un paso más allá, ¿dónde cabe?

Las particularidades del negocio turístico y en este caso concreto de la hotelería siguen dando much0 margen para la personalización. De hecho hay alguna cadena que incluso plantea la posibilidad casi de que el cliente pueda programar previamente a su llegada hasta la distribución de su habitación. El universo 2.0 probablemente sea una de las principales vías de personalización mediante la interactuación profesional-cliente. Sin embargo hay un pero; la mayoría de estas personalizaciones se dan en el producto pero no en el servicio.

Para explicarme mejor voy a apuntar una cosa antes de continuar con el post. La hotelería y la hostelería parten de la base de ser un producto global. Son de los pocos negocios, si no los únicos, que combinan a la vez un servicio y un producto. Para más «inri», la elaboración y la presentación de dichos productos tienen una parte fundamental de la mano del hombre con lo que no son productos industrializados, lo que le añade mayor dificultad a la oferta a presentar al cliente.

Entonces, retomando el hilo argumental, si puedo buscar vías de personalización del producto que ofrezco a mis clientes, ¿podré igualmente personalizar los servicios? Si mi objetivo es hacerle sentir único al huesped que viene a mi hotel, al consumidor que viene a mi restaurante, ¿por qué recurrimos a la estandarización?

Para responder esta última pregunta hay que entender otra parte del negocio del turismo. Para una cadena internacional hotelera sus estándares de calidad han de ser aplicables con iguales garantías en los cinco continentes del globo. Partiendo de la base de que las instalaciones en la mayoría de los hoteles son diferentes en función de su ubicación geográfica, la estandarización en la atención al cliente es la herramienta utilizada para que su cartera de clientes se pueda sentir cómodo en cualquier rincón del planeta en su cadena de hoteles, o dicho de otra forma, para que el huesped se sienta como en casa se repiten formas y fórmulas que le resulten igual de familiares en Europa, África o Hawai. En este sentido Four Seasons lleva mucha ventaja al resto de sus competidores hoteleros, pues es el número 1 en estandarización de servicios actualmente, mientras que muchos otros grupos como IHG, Starwood o Hilton no son capaces de aplicar a sus marcas ese nivel de homgeneización.

Así que resumiendo sabemos que se puede personalizar el producto hotelero (cartas de almohadas, repetición de habitaciones, bases de datos para saber los gustos de cada cliente…), que estandarizar la atención al cliente tiene sentido por la universalidad del turismo, pero, ¿y la personalización del servicio? ¿De verdad se puede aplicar?

Todos hemos visto películas con mayordomos en las habitaciones, secretarios personales, servicios exquisitos y excepcionales,… eso no es lo normal por desgracia. Lograr que el cliente sienta una atención personalizada diferente a la de otros y que no resulte artificial es muy difícil y ha de tener su punto de partida en la formación del personal. Muchos países lo logran, incluso grupos hoteleros en un país consiguen inculcar su cultura. Sin embargo cuando traspasan fronteras tropiezan con barreras culturales o la capacitación del personal.

En España por desgracia estamos muy lejos de lograrlo. El turismo en nuestro país por desgracia es un sector anticuado en cuanto a atención al cliente, y el que sea un sector tan potente de nuestra economía y tenga a gente trabajando desde hace más de 20 años sin mayores ganas de renovar sus conocimientos y sus capacidades es una lacra que por desgracia arrastran bastantes hoteles. Además en líneas generales el país ha intentado pasar del turismo de sol y playa de tres estrellas donde podía ofrecer una calidad-precio bastante buena sin una gran capacitación de su personal, a grandes resorts de lujo. El resultado por desgracia ha sido inversiones desafortunadas con cargas financieras difícilmente asumibles y recortes de gastos en los hoteles hasta el punto de pretender prestar servicios de 5 estrellas con la formación de las personas preparadas para el turismo de sol y playa; en definitva no estamos preparados para la personalización de los servicios.

Para mí la personalización de servicios tiene tres componentes básicos:

  1. Cultura: Los paises orientales son la referencia en este sentido. Korean Airlines por ejemplo personaliza muchísimo su atención en vuelo, países que podríamos pensar que son casi tercermundistas del sureste asiático tienen mucha más vocación de servicio,… Esta cultura de servicio ayuda a que el cliente sienta que está recibiendo una atención personalizada y por tanto un producto hecho a su medida.
  2. Profesionalismo: Es fundamental que la gente tenga ganas de ejercer su labor lo mejor posible, querer crecer dentro de su ámbito profesional. Las fórmulas estandarizadas de las que hemos hablado han de ir de la mano de la discreción y de la proactividad de quien está trabajando. Ha de saber donde están los límites y a la vez interactuar con el cliente, sin embargo no ha de invadir ni su intimidad ni su decisión. Como me dice mi jefa, el cliente ha de sentir que es él quien compra algo a su medida, no que eres tú quien se lo vende.
  3. Formación: Para poder ofrecer algo de forma personalizada tengo que saber qué estoy manejando y cómo lo puedo amoldar al cliente que viene, además para que el cliente se sienta acogido es fundamental dirigirse a él en una lengua que le resulte familiar. No es posible que alguien esté cómodo en un lugar donde no se puede hacer enteder. Sin duda alguna es el talón de aquiles de nuestro mercado.

Si bien lo ideal es tener los tres campos cubiertos, lo normal es que con dos valga, sin embargo uno de los tres pasos por sí solos no sirven para que los clientes sientan que reciben un producto personalizado por lo que están pagando y eso provoca su desencanto.  Además hay que entender también que al final es la percepción del propio cliente quien va a decidir si siente que la atención es tan buena como desea y eso se refleja en las encuestas de satisfacción y redes sociales que reflejan los comentarios y opiniones de los huéspedes, quienes recibirán a cambio una respuesta personalizada por parte del hotel… estandarizada. Irónico, pero real.

 Entonces… ¿Dónde queda la personalización?

Madrid, las JMJ y el turismo

Como algunos sabéis llevaba ya unas semanas y meses dándole vueltas a la idea de iniciar un blog donde expresar mis opiniones e invitar a que aquellas personas que gusten de leerlo a que debatan, apoyen o se opongan a las mismas.

Así que para empezar he decidido coger un tema no poco conflictivo y que viene despertando pasiones ocultas durante mucho tiempo en el debate del día a día; las JMJ y la visita de Benedicto XVI a Madrid.

Para enfocar un poco el asunto parto de la base que voy a hablar sobre la formación principal que he tenido: El derecho y el turismo. Hablando sobretodo más desde este segundo prisma pues el que más me apasiona de los dos. Empiezo pues a esgrimir argumentos.

Los datos que manejamos todos sobre el coste de estas jornadas y su financiación para ponernos de acuerdo son de entorno a 50 millones de Euros y un millón de asistentes establecidos en Madrid y alrededores, no hablo de aquellos que se desplacen puntualmente desde otras ciudades de España. En cuanto a la financiación del evento la organización ha sido clara y ha mostrado las cuentas en las que se ve que el coste del evento ha sido plenamente financiado por estas fuentes. El 70% vía peregrinos y el otro 30% vía patrocinadores y empresas privadas. Para verificar estas cuentas PwC hará una auditoría al final del evento según tengo entendido.

Hace poco he leido marketing-blogs donde podréis encontrar estas cifras mejor especificadas y haciendo unas estimaciones bastante racionales sobre las JMJ, sus asistentes y el gasto per capita, así como otros impactos del evento. Pero más allá de todos estos motivos ávidos de discusión, me vais a permitir que hable de una serie de conceptos que me encantan y que tienen mucha relación en este caso: el «city branding», el «branding espiritual», el «city marketing» y el impacto turístico de los mismos. Todos estos conceptos los aprendí a trabajar con Jordi San Eugenio, profesor de la Universidad de Girona durante el curso pasado en la EUHT Sant Pol de Mar y el máster que allí hice y sin duda en seguida me atraparon. Para que queden claros debemos entenderlos como:

-City Branding: Es la marca o la imagen que una ciudad quiere proyectar o vender de ellas misma.

-Branding espiritual: Es el concepto más peliagudo, pero digamos que es cuando se quiere corresponder una «marca religiosa» a un lugar determinado.

-City Marketing: Está muy relacionado con el «city branding» y es la forma en que se va a vender una ciudad, puede ser hacia sus propios ciudadanos o hacia sus visitantes, turistas, inversores,…

Así pues, y metiéndonos ya en faena, desde el punto de vista del city branding digamos que Madrid quiere proyectar varias cosas con este evento de una manera clara y plausible:

1-Madrid es una ciudad joven y dirigida a los mismos: Acoger unas jornadas como estas, donde las palabras que más vemos repetida son «encuentro con la juventud», «jornadas mundiales de la juventud»,  «la cita del Papa con los más jóvenes»,… nos presenta un marco claro de la primera imagen que quiere transmitir Madrid al mundo; es un punto de encuentro ideal para los jóvenes de todos los rincones del planeta. Se trata pues de la apertura hacia un nuevo turismo del que quizá Madrid no se nutría hasta el momento.

2-Madrid es una ciudad cosmopolita: Probablemente sea la ciudad española que haya realizado una mayor apertura al mundo en este sentido. Sus constantes propuestas olímpicas, FITUR, la Final de la Champions, etc. Madrid es una ciudad abierta a los grandes eventos internacionales, con capacidad para albergarlos y capaz de recibir y absorver a cuantos visitantes promueva cada evento vengan de donde vengan estos. Este sea quizá uno de los puntos más importantes para Madrid, cuyo aeropuerto es el 8º del mundo por tráfico de pasajeros pero que muchos de ellos se van a otros puntos de la geografía española o europea. Situar Madrid en el mapa del mundo es sin duda alguna un objetivo fundamental de las JMJ. Hasta la fecha Madrid no ha acogido eventos de estas dimensiones y esta duración y esto le ha restado competitividad turística respecto a otros destinos, por lo que se puede afirmar que la celebración de las JMJ supone «tomar la alternativa» como ciudad universal.

Pasamos entonces al segundo punto; el branding espiritual, el que consiste básicamente en, como hemos explicado anteriormente en aportar simbolismo religioso a una región, país, monumento o lugar. Puede ser positivo o negativo pero siempre va a crear polémica, de eso no hay duda. Encima en el caso de España levanta más ampllas si cabe, pues hemos pasado de un estado ultracatólico con una clara asociación iglesia-estado al otro extremo del movimiento pendular donde ser anticatólico está bien y hay que tolerarlo. Ambos extremos ejercidos con un fanatismo y una ignorancia total, y donde se pierde la referencia fundamental del respeto y la tolerancia básicas en un estado democrático, de derecho y aconfesional, palabra de moda y mal utilizada en muchos foros de debate. Aconfesional para aclarar términos quiere decir que el estado no se identifica con ninguna religión y que permite el libre ejercicio de las diferentes voluntades y creencias de cada uno mientras no violen ninguna ley establecida. De hecho y de acuerdo con las constitución española las instituciones, en la medida de los posible, han de facilitar el culto. Cierto es que en España existe una herencia que en mi opinión habría que eliminar como es la financiación de la iglesia vía estado, pero también creo que habría que eliminar la de los sindicatos y muchas otras asociaciones. Por cierto España no sólo subvenciona la religión cristiana y hay partidas para todas las confesiones religiosas aunque no sean en la misma cuantía por ser éstas más minoritarias.

Retomando el hilo por el que iba, esta visita supone la tercera de Benedicto XVI a España en su pontificado. La primera de 2006 la tenía prevista ya Juan Pablo II antes de su muerte, la segunda fue hace unos meses a Barcelona a bendecir la Sagrada Familia y estas JMJ de Madrid. Todas ellas llenas de simbolismo e intentando recuperar valores cristianos perdidos en los últimos tiempos en un país como España. España siempre ha sido un país eminentemente católico, eso es innegable, de hecho ya Napoleón se refirió a ella tras fracasar en su conquista en los siguientes términos «a un país se le puede dividir por sus ideales, pero nunca por su religión». Estamos hablando de un país donde cada domingo se mueven diez millones de personas para ir a misa, más que para ir al fútbol, baloncesto, cine, etc juntos. Es pues innegable la presencia cristiana en la sociedad española. Sin embargo la tendencia laicista de muchas de las leyes del gobierno de Zapatero ha puesto en alerta a la iglesia que por eso rápidamente ha venido a resalazar valores cristianos a España, puesto que, no quieren que España deje de ser un referente católico en el mundo y en Europa como ocurriría si se dieran los casos en Polonia, Irlanda o Italia, al considerarlos como lugares de culto y tradición católica. Por lo tanto el branding espiritual parte de la iglesia que no quiere que se pierdan los referentes católicos presentes en España. Para que os hagáis una idea más gráfica de lo que me refiero; la visita a la Sagrada Familia de Barcelona se produjo tras estudios que demostraban que la Torre Agbar era más identificada por las nuevas generaciones como icono de Barcelona que la Sagrada Familia. Las JMJ cuentan por supuesto con el respaldo del ayuntamiento de Madrid, ciudad igualmente de mucha tradición cristiana, y de otras empresas e instituciones privadas que buscan que se les asocie con estos mismos valores, pero se trata más de la identificación de valores espirituales con el destino España que con la ciudad de Madrid en este caso, o al menos es la percepción que saco de las entrevistas que he podido leer estos días de diferentes personajes eclesiásticos.

Llegamos pues al último paso del camino, el city marketing, otro punto que puede resultar conflictivo. Madrid ha decidido bajar los precios de los abonos transporte a los peregrinos, ha negociado con muchos restauradores para que bajen sus precios o les hagan un menú especial a los participantes en las JMJ, ha puesto a disposición de la gente que ha venido con menos recursos la posibilidad de alojarse en polideportivos municipales y colegios públicos,… Madrid está vendiendo la imagen de un destino comprometido y que colabora con sus visitantes. Han ampliado los horarios de visitas a museos, ha habilitado espacios públicos para poder seguir las jornadas desde diferentes puntos, ha cortado el tráfico de la ciudad para ponerlo al servicio de sus visitantes… Madrid ha tomado, en definitiva, una serie de medidas que buscan facilitar al máximo la estancia, la comodidad y el disfrute de la ciudad de todos los participantes de estas jornadas.

Además de esta imagen, vista de puertas para adentro o de las personas que viven el día a día de las JMJ participando en ellas, existe la campaña publicitaria gratuita que van a realizar todos los medios acreditados para este evento y que van a dar una proyección mundial informativa de la ciudad. Madrid va a aparecer durante una semana entera en todos los telediarios del mundo, amén de todos los reportajes, imágenes de social media de los participantes y comentarios que vayan a realizar que le van a dar publicidad gratuita por el mundo. En definitiva Madrid se va a vender por las propias personas que participan del evento a coste 0 y dimensión mundial. ¿Que le pregunten a una marca cualquiera de cualquier sector cuánto pagaría por algo similar?

La suma de todos estos factores, así como los resultados finales del mismo darán el impacto turístico, medible a medio plazo en número visitantes. De momento de manera directa la demanda de plazas hoteleras han aumentado en un 150% respecto a otros meses de agosto de diferentes años, y los restaurantes y otros negocios han aumentado sus ventas, si bien estos números ahora no los manejo y supongo que se publicarán en futuros días.

Lo único inquietante o impacto negativo es que se pudieran repetir hechos como los de ayer, con personas increpando a los jovenes de las JMJ, insultándoles y pateándoles (aunque si leéis El País parece que sólo fue la policía la que cargó). Es absolutamente condenable esa actitud sea de quien sea y ahí existen responsables a título individual y gubernamental por permitir la confrontación a través de la delegación del gobierno. No es entendible que se permita una manifestación antipapa contra un gasto público inexistente cuando hay más de un millón de personas celebrando lo contrario. Y encima que pasen por donde están concentrados. No es una cuestión ideológica ojo, es una cuestión de sentido común.

Pero en resumen y en definitiva el impacto de las JMJ sobre Madrid es positivo, meter a más de un millón de personas cuando la ciudad normalmente carece de actividad y más en la época de penurias económicas que estamos viviendo supone por lo menos un alivio para aquellas personas que están con el agua al cuello. Es simplemente aumentar de manera extraordinaria la demanda, aunque sólo vaya a ser una semana puntual, pero cuyos efectos positivos y de efecto reclamo sobre la ciudad deberían ser producentes a nivel global en forma de cientos de miles de turistas en próximos años.